Escrito por rn sep 8, 2013 en Blog, Ciencia, conciencia, Nuevos Paradigmas, Salud Holística | 1 comentario

Bloqueos de energía

¿Por qué bloqueamos  nuestra energía creativa?    

Cuando pasamos  por las experiencias dolorosas de la vida, automáticamente tratamos  de no sentir el dolor.   Lo hemos hecho desde la infancia.  Aislamos el dolor físico  retirando nuestra conciencia de la parte del  cuerpo dolorida. Combatimos la angustia mental y emocional  tensando los músculos  y encerrándola en nuestro         inconsciente. Para mantenerla a raya en el inconsciente (o a veces justo por debajo del nivel de la conciencia), creamos toda suerte de distracciones en nuestra vida que alejen nuestra atención  de ella. Podemos  mantenernos muy ocupados y hacernos adictos  al trabajo, o tomar el camino contrario  hacia el paraíso  de la televisión. Muchos de nosotros nos hacemos adictos a las drogas, al tabaco, al chocolate o al alcohol. Otros se vuelven adictos  al perfeccionismo, a ser los mejores o los peores.  Proyectamos nuestros problemas sobre los demás y nos preocupamos por ellos en lugar de tratar de resolver nuestros  propios conflictos. Dirigimos  mal o reducimos grandes  cantidades de energía  con el fin de evitar sentir dolor, incluyendo lo que sentimos  en el momento presente  y ser quienes somos en ese momento.  Creemos que da resultado. Creemos  que podemos  pasar sin sentir ni ser quienes  somos, pero no funciona. El precio es alto, pero podemos llegar a negar que haya un precio. El precio  es la vida.         Consideramos que la única forma posible  de detener todo ese dolor consiste en interrumpir el flujo de energía  que contiene el dolor. Hay flujos de energía  específicos que contienen  dolor fisico, dolor emocional y dolor mental. Por desgracia, este flujo energético incluye también todo lo demás. El dolor no es más que una parte. Cuando detenemos  la experiencia negativa  del dolor, la ira o el miedo a cualquier  situación desagradable, también podemos  detener la experiencia positiva, incluidos los aspectos fisicos,  emocionales y mentales  de esa experiencia.

Quizá no seamos conscientes de este proceso  porque, para cuando hemos alcanzado la edad de la razón, lo hacemos habitualmente. Cercamos nuestras heridas.  Al cercar nuestras  heridas, bloqueamos también  la conexión con nuestro centro o núcleo interno. Puesto que el proceso creativo  emana del núcleo creativo que reside dentro de nosotros,  encerramos también nuestra  creatividad. Hemos tapiado  literalmente la parte más  profunda de nosotros  respecto a nuestra conciencia y vida exterior.

Conglomerados de tiempo psíquico congelados

El dolor que hemos reprimido empezó muy temprano  en nuestra infancia,  muchas veces antes incluso  de nacer, en el seno materno. Desde esa temprana  infancia en que interrumpimos el flujo de energía en un episodio   de dolor, congelamos ese evento tanto en su dimensión  energética como temporal. Es lo que denominamos un   bloqueo en el campo aural. Puesto que el campo aural se compone  de conciencia energética, un bloqueo es   conciencia energética congelada. La parte de nuestra  psique asociada con ese evento se congeló  también en  el momento en que interrumpimos el dolor. Esa parte de la psique permanece helada hasta que la descongelamos. No madura a medida que lo hacemos  nosotros. Si el episodio sucedió  a la edad de un año, esa parte de nuestra psique sigue teniendo un año de  edad. Y lo seguirá teniendo y actuará como la psique de una persona de un año cuando se evoque.  No madurará hasta que se cure dejando  entrar en el bloque energía suficiente para  descongelarla e iniciar el proceso de maduración.

Todos estamos  llenos de esos bloqueos temporales de conciencia energética. ¿Por cuánto tiempo,  en un día determinado, actúa un ser humano como un adulto?  No mucho. Interactuamos continuamente unos con otros  desde distintos  bloques de tiempo psíquico congelados. En cualquier interacción intensa, en un momento dado cada persona  podría experimentar la realidad desde una perspectiva interna de adulto y, en el momento siguiente, una o ambas  personas podrían haber pasado a un aspecto del niño herido a una  edad concreta. Este cambio constante de un  aspecto de la conciencia interna a otro es lo que dificulta tanto la comunicación.

Un aspecto importante de tales bloques de tiempo  psíquico congelados es que se coagulan juntos según una  energía similar,  formando un conglomerado de tiempo psíquico  congelado. Así, por ejemplo, la energía puede tener la naturaleza de un abandono.  Piense en un hombre de mediana edad llamado Joe. (En realidad  es un  personaje ficticio,  pero su experiencia ilustra las de muchas personas con las que he trabajado. Para ilustrar qué ocurre en el nacimiento que puede seguir desarrollándose a lo largo de toda la vida, me referiré  a Joe durante este capítulo. Él  podría ser cualquiera de nosotros.)

Cuando Joe nació, fue separado de su madre porque ésta tuvo muchas dificultades durante el parto y se le administró anestesia. Volvió a separarse  de ella cuando tenía un  año y su madre ingresó en el hospital para tener otro bebé. A partir de estas dos experiencias, el niño, que quiere mucho a su madre, espera ser  abandonado por la persona  que más quiere. Cualquier grado de abandono  que sufra Joe en el futuro lo acusará con la misma  fuerza devastadora que la primera vez. A partir de ese profundo trauma,  nos formamos una imagen conclusiva. Una imagen conclusiva se basa en la experiencia; en el caso que nos ocupa, en la experiencia del abandono. Está basada en la lógica infantil que argumenta: «Si amo, seré abandonado». Luego, esta imagen conclusiva colorea todas las situaciones similares. Obviamente, el pequeño Joe no es consciente de tener esta opinión a la edad de un año. No obstante, la  conserva inconscientemente  en su sistema de creencias y la arrastrará consigo toda la vida. En términos  psico- lógicos, los dos primeros eventos se conectan  directamente al suceso ocurrido cuando Joe contaba diez años y su madre se fue de vacaciones. Cada vez que suceda un hecho similar  en su vida, su reacción  emanará del punto de vista de la  imagen conclusiva más que de la situación inmediata. Esto provoca todo tipo de  reacciones  emocionales que se  exageran ante una situación dada. Como veremos  en los capítulos siguientes, nuestra  imagen conclusiva determina  nuestra conducta personal, que tiende, de hecho, a recrear  traumas similares al original. Así, es muy probable que Joe propicie  en gran medida una situación en la que sea abandonado por su esposa o su novia. Sus actos, basados en sus  expectativas negativas  inconscientes, han contribuido a crear la situación. Dado que él espera, inconscientemente, que le abandonen, tratará a su esposa o a su novia como alguien que le abandonará. Puede que Joe le plantee  demasiadas peticiones de que ella le demuestre su amor, o incluso la  acuse de tener intención de abandonarle. Esta conducta inconsciente provocará a su compañera y, de hecho, la impulsará  a  marcharse. La realidad cruda y profunda  es que, al tratarse como si mereciera  ser abandonado, ha terminado por abandonarse a sí  mismo.  Como veremos,  no conviene subestimar nunca el poder de nuestras  imágenes conclusivas. El descubrimiento de nuestras imágenes encierra  la clave del proceso de transformación hacia la salud y la felicidad. Estamos  llenos de esas imágenes,  en torno a las cuales se ensamblan  los conglomerados de tiempo psíquico  congelados. Todos tenemos  mucho que limpiar. Los bloques de tiempo psíquico congelados se coagulan en torno a una energía semejante que compone  una imagen, lo cual confunde  a cualquiera que entienda que esas experiencias deberían estar tan alejadas emocionalmente como lo  están en el tiempo. Esto no es así. Cada pequeño segmento del conglomerado de tiempo psíquico congelado  se compone de la conciencia energética que se heló en el transcurso de una experiencia concreta en el pasado.  Pero las experiencias similares están directamente conectadas por más tiempo que haya transcurrido entre  ellas. Mediante la actividad curativa  se libera uno de los pequeños bloques  de tiempo psíquico  congelados. Entonces, la energía progresiva que ingresa en el campo aural empieza  automáticamente a liberar,  a su vez, los otros pequeños  segmentos del conglomerado de tiempo, por cuanto están llenos de energía similar. Volviendo  al caso de Joe, cada vez que se libera un bloque de tiempo, él lo experimenta como si le ocurriera en ese preciso instante.  Así, podría experimentar un dolor de cuando tenía treinta años y, tan pronto como remitiera ese dolor, se encontraría de repente en la edad de diez años. Muy pronto, esos diez años se convertirían en uno. En cuanto esas partes de la psique humana que no han madurado  con el resto de la personalidad se liberan, inician un rápido proceso  de maduración. Este proceso puede llevar desde unos minutos hasta un  par de años, según lo arraigada,  intensa y penetrante que fuera la conciencia energética congelada. Cuando esas energías se integran uniformemente en el CEH ó CAMPO ENERGETICO HUMANO y se remiten al proceso creativo de la vida de un individuo, ocurren  cambios en todos los ámbitos  de la vida. La de Joe empieza  a reestructurarse a partir de la nueva conciencia que actúa ahora en el proceso creativo.  Joe  ya no se abandonará en un esfuerzo  inconsciente por recibir atención.  En cambio, permanecerá consigo mismo, porque ahora cree que  es digno de tener compañía y es capaz de crearla.  Una vez que haya desarrollado esta nueva relación consigo  mismo, atraerá a una  compañera que no contenga  la energía del abandono. Así, la relación  entre ambos será estable en este aspecto. Claro que tal vez  requerirá un cierto tiempo para dar con la «mujer ideal».

El dolor de vidas  anteriores      

El tema de la «vida anterior»  ha sido objeto de una extensa investigación, tanto en la literatura como mediante  regresión hipnótica. Esta investigación busca el origen de la mayor parte de dolor psicológico crónico  a través de las experiencias de una vida anterior.

 El libro Other Lives,    Other Selves,  de Roger Woolger. Otras vidas, otras identidades, Ed. Martínez Roca, S. A., Barcelona, 1991, colección Nueva Era.

 

Tiene una detallada descripción al respecto. En su terapia  de regresión a vidas anteriores, el doctor Woolger  constata que, en cuanto un cliente  revive y elimina  el dolor de una experiencia en una vida anterior, es capaz de sanear circunstancias  similares de su vida presente que otras clases de terapia no podrían manipular.

 

Las vidas anteriores están contenidas también  en nuestros conglomerados de tiempo psíquico congelados.  También se atraen e interrelacionan mediante energía similar. No están separadas  por el tiempo, de modo que   están directamente conectadas con los eventos de la vida presente y de otras vidas. Se requiere un poco más de energía para irrumpir  en un evento congelado de una vida anterior, puesto que ha estado allí más tiempo y   aparece cubierto  de más residuos, pero puede hacerse en varias sesiones curativas. Sucede automáticamente  cuando la persona está  lista.

Según mis observaciones del campo energético humano durante las sesiones curativas, los traumas de las   vidas anteriores subyacen siempre bajo los problemas  crónicos del presente  que son difíciles de resolver.  Cuando los traumas de la vida presente se resuelven hasta cierto punto mediante  la curación por imposición de manos, el trauma de la vida anterior que está enterrado  bajo ellos aflora a la superficie para ser curado.  Este   tipo de actividad curativa  es muy efectivo para transformar la vida de un cliente  así como su condición física. Siempre ocurren  grandes cambios a resultas de eliminar un trauma de la vida anterior mediante  la imposición de manos. En este cometido, es siempre importante que el cliente relacione claramente su vida anterior con situaciones de la vida presente, para que todo el conglomerado se libere y no pueda utilizarse para impedir las  soluciones de esta vida.

El origen del dolor: su  herida original      

El origen del dolor, desde mi perspectiva, es aún más profundo que la energía  bloqueada a partir del dolor  personal o que el fenómeno de las vidas anteriores. Emana de la creencia de que cada uno de nosotros es un   ente separado;  separado de todos los demás y separado de Dios. Muchos de nosotros  creemos que, para ser  individuales, hemos de estar separados. Como consecuencia, nos separamos de todo, incluidos  nuestros  familiares, amigos,  grupos, naciones y el planeta.  Esta creencia en la separación se experimenta como miedo, del que surgen todas las demás emociones negativas. Una vez que hemos dado lugar a esas emociones  negativas, nos separamos de ellas.  Este proceso de separación se perpetúa creando más  dolor e ilusión, hasta que el ciclo de retroalimentación negativa se rompe o se invierte mediante un trabajo de proceso personal.  Este libro trata de aportar  soluciones para invertir  este círculo vicioso  con el fin de inducir  cada vez más placer y  claridad en nuestra vida.  La clave reside en el amor y la conexión con todo cuanto existe.

El amor es la experiencia de estar conectado  a Dios y a todo lo demás. Dios está en todas partes, en todo. Dios está encima, debajo,  a nuestro alrededor  y dentro de nosotros. La chispa divina de Dios es individual y única en cada uno de nosotros. La experimentamos como nuestro manantial  interno, o el núcleo de nuestro ser. Cuanto más nos conectamos con Dios fuera de nosotros, más nos conectamos a la  individualidad interna de Dios. Cuando estamos  conectados al Dios universal y al Dios individual que llevamos dentro, estamos totalmente seguros y libres

La creación de la máscara  para enmascarar el dolor original     

Cuando nacemos,  aún estamos muy conectados a la gran sabiduría y el poder espirituales a través de nuestro núcleo. Esta conexión con el núcleo y, en consecuencia, con la sabiduría y el poder  espirituales nos aporta   la sensación de seguridad  absoluta y de admiración. Durante  el proceso de maduración, esta conexión se  desvanece lentamente. Es sustituida por las voces paternas que tratan de protegernos y darnos seguridad. Hablan de correcto y equivocado, de bien y mal, de  cómo tomar decisiones y cómo actuar o reaccionar en una  situación dada. A medida que la conexión con el núcleo se desvanece, nuestra psique infantil  trata desesperadamente de reemplazar la sabiduría original  innata por un ego que funcione. Por desgracia, el revestimiento de voces paternas  internalizadas no pueden cumplir ese cometido. Lo que se produce entonces es  una máscara.

La máscara constituye el primer intento  de corregirnos. Con ella, tratamos  de expresar quien somos de una forma positiva  que sea aceptable para un mundo del que tememos  que nos rechace. Presentamos nuestra  máscara al mundo según nuestras creencias  de lo que pensamos que el  mundo dice que es correcto, para que nos acepte y nos sintamos seguros.  La máscara tiende a la conexión con los demás porque eso es lo «correcto». Sin embargo, no puede conseguir  una conexión profunda,  por cuanto niega la naturaleza verdadera  de la personalidad. Niega  nuestro miedo y nuestros sentimientos negativos.

Ponemos todo de nuestra  parte en la creación de esa máscara,  pero no funciona. La máscara  nunca logra generar la sensación interna  de seguridad que nos esforzamos por alcanzar. De hecho,  genera la sensación interna de ser un impostor, por cuanto tratamos  de demostrar que somos buenos cuando en realidad no lo somos siempre. Nos  sentimos falsos, y experimentamos más temor. Entonces lo intentamos con mayor  intensidad. Usamos lo mejor de nosotros  mismos para demostrar  que somos buenos (una vez más, según las voces paternas internalizadas). Esto produce más miedo, sobre todo porque no podemos soportar sentirnos  cada vez  más falsos y más  temerosos, en un círculo vicioso en aumento.

 

La intención de la máscara  es protegernos de un mundo pretendidamente hostil demostrando ser buenos. La intención de la máscara es la simulación y la negación.  Niega que su objetivo sea combatir el dolor y la ira, porque niega que ese dolor y esa ira existan  dentro de negativos. la personalidad. La misión de la máscara  es proteger el ser sin asumir  la responsabilidad sobre acciones, pensamientos o hechos negativos.

Desde la perspectiva de  nuestra máscara, sólo existen fuera de la personalidad. No asumimos  responsabilidad alguna.  Todo lo negativo que ocurre tiene que ser culpa de otro. Culpamos a los demás. Esto implica que el dolor o la  ira reside en otra persona. La única manera de el dolor y la ira   mantener esta mascarada consiste  en tratar siempre  de demostrar que nosotros somos los buenos. Por dentro,  acusamos la presión  constante que ejercemos  sobre nosotros mismos para ser  buenos. Tratamos  de cumplir las normas. Y, si no, intentamos demostrar  que tenemos razón y que las normas están equivocadas. Nos resentimos de tener que vivir según normas ajenas.  Cuesta mucho trabajo.  Sólo queremos hacer lo que tenemos ganas de hacer. Nos cansamos,  nos irritamos, no nos preocupamos, vertemos nuestras quejas y acusaciones negativas. Herimos a los demás. La energía que hemos almacenado en la máscara  se agita, ejerce presión,  se escapa y se transmite  a los demás. Y, por supuesto, negamos  también eso, dado que  nuestra intención es  preservar la seguridad demostrando que nosotros somos los buenos. En alguna parte de nuestro interior,  nos complace estallar.  Dar salida a la energía  supone un alivio,  aunque no lo hagamos de una forma clara y directa, aunque no asumamos  la responsabilidad cuando lo hacemos.  Hay  una parte de nosotros  que disfruta vertiendo  nuestra negatividad sobre los demás. Esto se denomina  «placer negativo», y se origina en  el ser inferior.

El placer negativo y el  ser inferior  

Estoy segura de que usted recordará  haber sentido placer en alguna acción negativa  que haya hecho.   Cualquier movimiento de energía, negativo  o positivo, es placentero. Esas acciones transmiten placer porque   son estallidos de energía  que se ha almacenado en el interior.  Si usted experimenta dolor cuando la energía   empieza a moverse, pronto seguirá el placer porque,  a medida que suelta el dolor, libera también  la fuerza creativa, que se  experimenta siempre como placer.

El placer negativo tiene su origen en el ser inferior.  Nuestro ser inferior  es la parte de nosotros  que ha olvidado quién somos. Es la parte de la psique que cree en  un mundo separado y negativo y que actúa de acuerdo con él. El ser inferior no niega la negatividad, sino que la disfruta. Tiene la intención  de gozar del placer negativo. Puesto que el ser inferior  no niega la negatividad, como sí lo hace la máscara, es más honesto  que ésta. El ser inferior es veraz respecto  a su intención negativa. No finge ser bueno, porque no lo es. Impone sus intereses y no se anda con  rodeos. Dice: «Yo me ocupo de mí, no de ti». No puede ocuparse de sí mismo y de  otro  por causa de su mundo separado.  Gusta del placer negativo y quiere más. Conoce el dolor existente  en la  personalidad, y no tiene  ninguna intención de experimentarlo.

La intención del ser  inferior es preservar la separación, hacer todo cuanto quiere hacer, y no  sentir dolor. 

El ser superior      

Por supuesto que durante  el proceso de maduración no toda nuestra  psique está separada  del núcleo. Una   parte de nosotros es franca y afectuosa, sin ánimo de lucha. Está directamente conectada  a nuestra divinidad   individual interna.  Está llena de sabiduría, amor y valor. Establece conexión  con el gran poder creativo.  Facilita   todo lo bueno que ha sido  creado en nuestra vida. Es la parte de nosotros que no ha olvidado quién somos.

Donde haya paz, alegría  y satisfacción en su vida, es allí donde su ser superior se ha manifestado a través   del principio creativo. Si se pregunta  qué se entiende por «quién es realmente» o «su verdadero  ser», explore   estas áreas de su vida.  Son una expresión de su verdadera esencia.   Nunca asuma que un área negativa  de su vida expresa su  verdadero ser. Las áreas negativas de su vida son   expresiones de quien no es  usted. Son ejemplos de cómo ha bloqueado la expresión de su verdadero ser.

La intención del ser superior es la verdad,  la comunión, el respeto, la individualidad, una autoconciencia clara y la unión con el  creador. 

La importancia de la  intención

 

La diferencia principal entre el ser superior, el ser inferior  y la máscara reside en el establecimiento de la intención subyacente sobre la que se basa cada uno, y en la cualidad  de la energía presente en cualquier interacción que resulte de  la intención subyacente.

Lo más desconcertante de muchas interacciones humanas es que son distintas  según la intención  que se  oculta tras ellas. Las palabras que pronunciamos pueden emanar de cualquiera de los tres focos de intención:   el ser superior, el ser inferior  o la máscara. Las propias  palabras pueden decir una cosa, pero significar otra. El  ser superior es sincero cuando afirma: «Somos amigos». La máscara  quiere decir: «Somos amigos mientras  yo  sea el bueno, y tú no  debes te acerques mucho, porque te utilizaré  para   conseguir lo que quiera y para evitar mi dolor. Si te acercas  demasiado a mí o a mi dolor, o tratas de impedir   que consiga lo que quiera, me libraré de ti». (En este caso, librarse designa cualquier cosa que haga falta para   detener a la persona. El ser inferior dice:  «Somos amigos sólo hasta que yo lo permita. A partir de entonces, ¡vigila!  No te acerques mucho, porque te utilizaré  para  conseguir lo que quiera y para evitar mi dolor. Si te acercas  demasiado a mí o a mi dolor, o tratas de impedir   que consiga lo que quiera, me libraré de ti». (En este caso, librarse designa cualquier cosa que haga falta para   detener a la persona.  Podría referirse simplemente a no hablar con ella, o a superarla en una discusión  o una  demostración de fuerza, o  podría llegar hasta el extremo de librarse fisicamente de ella.)

La defensa o la negación  de su herida original genera más dolor      

Cuanto más distorsionadas por la máscara  sean las acciones que emanan de nuestro núcleo, más  debemos   justificar nuestras  acciones mediante la censura. Cuanto más negamos  la existencia de nuestro ser inferior,   más nos debilitamos. La negación retiene  la fuerza de la fuente creativa en nuestro  interior. Esto da lugar a un   círculo cada vez mayor de dolor e impotencia. Cuanto más grande se hace ese círculo  vicioso de dolor e impotencia, mayor parece ser el dolor o la herida original.  Se recubre de un dolor ilusorio de una intensidad imaginaria tal, que nos aterra inconscientemente y hace que no reparemos  en medios para evitar experimentarlo. En nuestra imaginación, se convierte en una tortura  y aniquilación total. Cuanto más justifiquemos el mantenerse alejados  de ese dolor sin curarlo, más se  oculta la herida original y menos se parece a lo que creemos  que es.

 

Hágase la LUZ. Barbara Brennan

Un comentario

  1. 3-29-2014

    Hola Barbara !!!! me gustó mucho este artículo. En mi caso personal, he pasado por una experiencia que me ” desplomó” por completo. Luego de muchas terapias, psicólogos , psiquiatras etc, di con el Dr.Bradley Nelson y su libro ” El código de la emoción”, donde explica claramente como las emociones atrapadas son el causal de casi todo lo que sucede en nuestras vidas. Me estoy haciendo magneto-terapia con una persona entrenada por el Dr.Nelson y es increíble el cambio que se experimenta al liberar esas esas emociones

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