Permitir que se marche lo que tanto amas, sin dejarte llevar por el dolor. A veces, el dolor pone en tu boca palabras que no querías decir. Reconoce la presencia del dolor, deja que fluya y que se marche. Probablemente se tomará un tiempo para alejarse de ti, pero un día lo hará, y entonces serás libre otra vez. Apoya esa libertad con tu confianza, con la seguridad de que el dolor se marchará, porque es pasajero, igual que todo lo que sucede en este mundo dual. A veces, luz; a veces, sombra. En eso consiste el juego.
Deja que se marche lo que se quiere marchar. Concédele la libertad de hacerlo, sin reproches, sin culpas, ni acusación. Dile adiós desde el corazón, comprendiendo que el proceso humano está lleno de despedidas y reencuentros.
No vinimos a esta Tierra para quedarnos estancados en una sola realidad. Vinimos para experimentar todos los matices. Acepta el matiz que hoy la vida te ofrece con esa despedida. Deja de luchar en tu interior contra lo que es. Lo que es ya ha sucedido. No intentes retenerlo con amenazas, juicios o presión. Ya se fue. Suelta la cuerda. Ocúpate de tu equilibrio interior.
En tu serenidad está la llave de tu evolución. ¿Decides estancarte en la lucha interna y en el dolor o eliges aceptar lo que sucede, con amor? Tú eres el director de tu propia historia. Tus pensamientos son el guión. Crea un guión lleno de amor, que tus pasos partan del corazón. Sana con amor la herida abierta en tu ego. No hay otra medicina mejor.
Cuando el libre albedrío de los demás los aparte de ti elige amarte por encima de todas las cosas. Ama tu dolor. Abrázalo comprendiendo que tus lágrimas deben fluir, como agua que son, para que no cristalicen al negarlas. Deja que hable tu corazón.
Abrázate a ti mismo con inmenso amor, respetando tu duelo, pero sin ahogarte en él. Te ahogas cuando luchas contra la corriente, negándote u oponiéndote a ella. Llora y sánate. Las lágrimas se llevan tu dolor. Luego emerge, sal al exterior. Recibe la luz del sol para que restaure el equilibrio en tu interior. Fuérzate un poco a hacer algo que te haga disfrutar. Te forzarás sólo al principio, porque la alegría surgirá y, entonces, te rescatará de las sombras, para llevarte de regreso a casa, al amor. Al amor a ti mismo, que es tu auténtico hogar, la sanación de tu dolor.
Aprovecha el tiempo. Recupera aquello que nunca pudiste hacer. Hazlo ahora. Sustituye con eso la sensación de vacío que él o ella dejó. Verás cómo te elevas y renaces. Verás cómo te alegras y te expandes. Verás cómo comprendes, desde el corazón, que lo que ha sucedido era lo que tenía que suceder y que la mejor forma de soportarlo es la aceptación y el amor.
Acepta lo que es. Ámate inmensamente, hasta concederte todo lo que anhela tu ser, el verdadero, el que habita en el corazón. Ése no entiende de tristezas ni de dolor. Ése comprende que todo es perfecto y que la vida es un juego creado para aprender. Aprende hoy a ser valiente y a cuidar de ti en primer lugar. Aprende a respetar el libre albedrío de los demás y la sabiduría inmensa de la vida, que mueve los hilos constantemente para que suceda lo que tiene que suceder.
Descubre en esta prueba tu oportunidad de ser tú mismo, de rescatar a tu verdadero yo, la luz que hay en ti, y déjale que te hable, que te conduzca, que te guíe. En tu propósito de vida encontrarás el sentido y la liberación. Viniste a esta Tierra para experimentar, para expandirte. Expándete desde el corazón. No hay nada demasiado duro para ti, porque eres amor, luz infinita, y la luz no tiene límites. Ilumina tu dolor. Despliega tus alas, que están deseando expandirse para que vuelvas a volar.
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